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jueves, 5 diciembre, 2024
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LX años de la ‘Carta de Venecia’, un documento esencial para la protección del Patrimonio Cultural (I)

En no pocos párrafos anteriores hemos tratado de aproximarnos al sentido profundo del concepto del Patrimonio, poniendo el foco en la relación del mismo con el cuerpo social del que los propios bienes patrimoniales emanan, en la relación del Patrimonio Cultural -entendido como realidad viva y como herencia, como legado- con la sociedad (contemplada en abstracto) generadora de los bienes culturales e históricos que componen su tesoro, su bagaje, patrimonial.

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Queremos en estas líneas y en las que vendrán abundar en algunos de los principios y conceptos, en algunas de las cuestiones que hemos expuesto con anterioridad desde el convencimiento de que siempre será poco todo lo que podamos hacer en pro del Patrimonio Cultural, máxime en unos momentos como los presentes, máxime en nuestra ciudad, donde tanto se dice y a la par tanto se ignora en relación con el Patrimonio Cultural, una ciudad donde tanto queda por hacer en la gestión de dichas cuestiones patrimoniales que a todas luces constituyen un objeto básico de los desvelos y preocupaciones de la ciudadanía.

En cualquier caso, digamos que en párrafos anteriores señalábamos que al hablar de Patrimonio estamos hablando esencialmente de señas de identidad, de identidad, de todo aquello que liga a una sociedad determinada con su propio pasado, con su propia Historia y por ello y por añadidura, estamos hablando de aquello que constituye la raíz de una sociedad como cuerpo y realidad social y cultural, de aquello que define a una sociedad como realidad en su propio presente y que la capacita para conectar con el pasado histórico del que es consecuencia y manifestación.

Señalábamos así mismo que la UNESCO, que es el organismo que tiene el mayor peso a nivel internacional en materia de Patrimonio Cultural, es “la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) se dedica a promover, en todo el mundo, la identificación, la protección y la preservación del patrimonio cultural y natural considerado de valor excepcional para la humanidad. Esta misión viene recogida en un tratado internacional denominado Convención sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y natural, aprobado por la UNESCO en 1972” (tomamos de forma literal la definición de este organismo que se aporta en la propia página web de la misma UNESCO).

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Igualmente de acuerdo con lo que señala la propia UNESCO (y nuevamente citamos literalmente), “El patrimonio es el legado que heredamos del pasado, con el que vivimos hoy en día, y que transmitiremos a las generaciones futuras. Nuestro patrimonio cultural y natural constituye una fuente irremplazable de vida y de inspiración” (cita que tomamos igualmente del sitio web de la UNESCO).

De este modo, y de acuerdo con la propia UNESCO, al hablar de Patrimonio Cultural (y Natural) estaremos hablando de conceptos de tanto peso y significado como los de “legado” (o “herencia”), “vida”, “inspiración”, y estaremos hablando igualmente de obligaciones y de compromisos fundamentales como son los que tienen que ver nada menos que con la preservación de dicho legado patrimonial para que resulte factible su pleno conocimiento y su completo disfrute por las generaciones futuras, ante las cuales (y llevo diciéndolo y escribiéndolo tres décadas en tantos espacios y medios como me resulta posible, siempre) somos por completo responsables.

Por ello, insistimos, estamos ante una enorme responsabilidad moral y ética (que no son la misma cosa, ya que lo moral es social, colectivo, convencional, y lo ético es a la vez permanente, universal, e individual, pero eso es materia para otros textos…) que nos atañe como ciudadanos, como personas, a título individual y como conjunto y cuerpo social (a título colectivo), por no detenernos a considerar en qué medida una cuestión de esta naturaleza afecta (o debe afectar) a nuestros gobernantes, más allá del uso parcial y aun partidista del Patrimonio, más allá del uso egoísta del Patrimonio, más allá de la incapacidad, a veces, de los gestores de la cosa pública en los terrenos de la Cultura y el Urbanismo, para cuidar de nuestro Patrimonio.

Se ha cumplido este año, además, el 60 Aniversario de la Carta de Venecia, la “Carta Internacional para la Conservación y Restauración de Monumentos y Sitios”, que es considerado como el documento fundacional del Consejo Internacional de los Monumentos y los Sitios (el “ICOMOS”, por sus siglas en inglés -el “International Council on Monuments and Sites”) (https://www.icomos.org/en), organismo asesor de la UNESCO en materia de Patrimonio Cultural (y al que quien suscribe se honra en pertenecer), un documento fundamental redactado y aprobado en el seno del “II Congreso Internacional de Arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos”, celebrado en la ciudad italiana de Venecia entre los días 25 y 31 de mayo de 1964 y que sería adoptado por ICOMOS al año siguiente, en 1965.

En su preámbulo, la Carta de Venecia señala que (y citamos literalmente): “Cargadas de un mensaje espiritual del pasado, las obras monumentales de los pueblos continúan siendo en la vida presente el testimonio vivo de sus tradiciones seculares. La humanidad, que cada día toma conciencia de la unidad de los valores humanos, los considera como un patrimonio común, y de cara a las generaciones futuras, se reconoce solidariamente responsable de su salvaguarda. Debe transmitirlos en toda la riqueza de su autenticidad” (la “Carta de Venecia” puede consultarse de manera enteramente libre y gratuita)

Seguimos, pues, en nuestros planteamientos y en nuestras consideraciones en lo relativo al Patrimonio Histórico y Cultural (no puede ser de otro modo) los postulados de la Carta de Venecia desde su mismo preámbulo, en este caso en lo que se refiere al nexo indisoluble que existe entre Sociedad y Patrimonio Cultural, creadora la primera del segundo y modelador el segundo de la primera, una interacción que enriquece a cada generación y que no debe ni puede ser descuidada, que debe ser atendida y cuidada por cada generación con vistas a la preservación del Patrimonio para las generaciones por venir.

Al mismo tiempo en su preámbulo la referida Carta de Venecia hace hincapié igualmente en la necesidad de coordinar internacionalmente el cuidado del Patrimonio, estableciendo para ello los oportunos mecanismos (organismos, documentos, normativas) que puedan trascender de lo particular y que sean susceptibles de aplicación a escala nacional, señalando literalmente dicho preámbulo que: “…es esencial que los principios que deben presidir la conservación y la restauración de los monumentos sean establecidos de común y formulados en un plan internacional dejando que cada nación cuide de asegurar su aplicación en el marco de su propia cultura y de sus tradiciones”.

Y nada de todo esto es ni debe ser ajeno al desenvolvimiento ordinario de la gestión del Patrimonio Histórico y Cultural en los contextos locales.

Manuel Parodi
Manuel Parodi
Doctor Europeo en Historia, arqueólogo. Gestor y analista cultural. Gestor de Patrimonio. Consultor cultural.

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