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jueves, 28 marzo, 2024
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Sobre la interacción de los medios marítimo y terrestre y su papel en la economía de la Bahía de Cádiz en época romana altoimperial. Algunas notas (II)

[Este artículo, con el título “Sobre la interacción de los medios marítimo y terrestre y su papel en la economía de la Bahía de Cádiz en época romana altoimperial. Algunas notas”, fue recogido originalmente en las Actas de las VI Jornadas de Historia de Puerto Real. Cádiz, 1999, pp. 23-39; como señalábamos la pasada semana, se publica ahora en “Puerto Real Hoy” fraccionado en dos entregas, siendo ésta la segunda de las mismas].

Retomamos ahora el discurso sobre la interacción entre los medios marítimo y terrestre en el ámbito de la Bahía de Cádiz (con inclusión de las tierras del actual término municipal de Puerto Real) en época romana (en época altoimperial, de manera más específica), tema en el que nos adentrábamos en la anterior entrega de esta serie dedicada a la Historia de Puerto Real y que completamos en los párrafos que siguen.

La Economía de los ríos

Hemos querido separar del discurso general de la Bahía de Cádiz los aspectos relativos a los dos cursos de agua propiamente fluviales de su entorno inmediato, los ríos Iro y Guadalete. El Iro es un cauce de marcada estacionalidad que recibe los aportes de arroyos de la zona como los de las Tortas, Salado, Palmeka, del Cañuelo, de la Cepa, de Valsequillo, de Saltillo y de la Cueva; atraviesa la ciudad de Chiclana (víctima  de  la violencia de  sus  inundaciones) yendo a desaguar al Atlántico a través de la desembocadura del caño de Sancti  Petri (44). El Guadalete por su parte puede ser considerado como el gran agente transformador de la Bahía de Cádiz. Si el estuario del Guadalete hubo de formarse a partir de uno de los paleobrazos de desembocadura del río Guadalquivir (45), lo más significativo en la evolución geológica (e histórica) de la Bahía es su paulatino proceso de colmatación, acelerado en tiempos  recientes por la acción humana, proceso en el que el río Guadalete -merced a sus aportes- juega un notable papel (46).  

La  acción  humana ha contribuido igualmente a las transformaciones de la Bahía: rellenos como los efectuados en los Paseos Marítimos de Puerto Real y Gallineras (en San Fernando), o a la entrada de Cádiz  por el puente Carranza y Zona Franca han cegado caños y transformado el litoral, pero las actuaciones de mayor impacto han sido las llevadas a cabo en terrenos de la Matagorda, en Puerto Real, donde a la construcción de los modernos Astilleros o la más reciente factoría de Dragados han seguido las obras  realizadas  para  establecer  los  muelles  del  Bajo  de la Cabezuela; estas obras han alterado la  dinámica  natural  de  sedimentación  de  los  aportes  del Guadalete y el río San Pedro,  de  modo que  la  boca  de este último sufre un proceso de colmatación arenosa (47). Otras intervenciones sobre el medio (además de la transformación  masiva  de los esteros en salinas en el siglo XIX y la puesta en explotación de  parte de dichas salinas como piscifactorías, recuperándolas así como esteros, en el presente  siglo XX) han sido la canalización del Guadalete en su desembocadura a principios  del  presente  siglo de  manera que  se  evitase  la  formación  de  depósitos  arenosos en la misma (48) y la desecación de las marismas de Las Aletas y  de  Cetina  (al  norte  del  término portorrealeño), antigua comunicación acuática entre el  San  Pedro-Guadalete y los yacimientos de la zona (vid. supra), efectuada en los años cincuenta del presente siglo con el objeto de recuperar esas tierras para el cultivo, proyecto que se  ha  mostrado como  totalmente inviable debido a  la alta salinidad de las mismas. 

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Portada del Libro de Gavala sobre la Bahía de Cádiz Romana.
Portada del Libro de Gavala sobre la Bahía de Cádiz Romana.

Respecto al papel desempeñado por el Iro en  las actividades económicas de la zona no es mucho lo que podemos decir. Ignorado por las fuentes clásicas, el río de Chiclana debió contar con cierta importancia de cara al transporte de las producciones de los alfares de su comarca, como demuestra la alineación de varios de éstos en torno al río. De este modo contamos con noticias sobre la existencia de un horno romano en la C/ Marqués de los Castillejos nº. 13, inspeccionado por M. Beltrán quien  señala la evidente vinculación entre estas instalaciones y el Iro, merced a la proximidad física entre ambos (49). L. Lagóstena por su parte proporciona noticias (llegadas a él por vía oral, según confiesa) sobre la existencia de otros tres hornos romanos (destruidos) en el casco urbano de Chiclana y relacionados con el río Iro: “…el primero situado en la Calle La Fuente, dentro de la ciudad, al margen izquierdo del Río Iro. El segundo y tercero, ambos ubicados en el margen derecho del río, igualmente en el caso urbano, se localizaban en la Antigua Bodega de la mar uno y en la Huerta del Rosario, el otro” (50).

Son estas las noticias con las que contamos  acerca de la existencia de instalaciones alfareras romanas (sin mayores precisiones sobre su cronología) en el marco del actual casco urbano de Chiclana; junto a estas instalaciones cabe  reseñar, siguiendo a Lagóstena (51), la existencia de cundo menos otros dos establecimientos  anfóricos similares, los de “Fontanar” y “Casa de Huertas”; en ambos casos nos encontramos  en  las  inmediaciones  del  casco  urbano y del río Iro (estando el segundo más cerca de este curso que el primero); el yacimiento del Fontanar se sitúa sobre una elevación de 38 metros y se encuentra al N.E. del núcleo urbano; Casa de Huertas, por su parte, presenta una conexión más directa con el Iro, ya que se encuentra sobre una elevación de 29 metros y a sólo 300 metros del cauce actual del río (52). Tanto Beltrán como Lagóstena sitúan en  estas  instalaciones de Chiclana uno de los ejes básicos (junto con Puerto Real y San Fernando) de la   industria  salazonera de la Bahía, con lo que parecería consolidarse un cierto grado de semiespecialización por sectores en la zona (53), si  bien hemos de insistir en que muy  bien  puede  tratarse más de una cuestión de evolución temporal, (del  tiempo que se habría tardado en conseguir la rentabilidad de la vid y el olivo en el área, frente a unas factorías de salazón que contaban con una notable tradición prerromana) que de especialización geográfica en sí (54).

Considerando la vinculación entre la vía navegable  y  las figlinae  siguiendo  esquemas  de relación entre éstas (vía acuática-alfares) como los trazados por Bonsor  o Chic para el Guadalquivir (55), podríamos establecer el  límite  de  la navegación en el Iro (una navegación sometida a la fuerte estacionalidad del propio río,  con períodos  de  estiaje y  crecidas violentas)  dentro  de  los márgenes del actual casco urbano chiclanero, contando con una ligera penetración tierra adentro más allá de este perímetro representada por los yacimientos  de  Casa  de  Huertas  y  Fontanar,  lo  que  supone unos cinco kilómetros al  interior desde la salida al mar del Iro por el caño de Sancti Petri,  si  bien  el acceso al citado caño de Sancti Petri  (verdadero “colector” del extremo meridional de la Bahía de Cádiz, al que hemos de imaginar una mayor anchura y profundidad respecto a las actuales) podría haber resultado más directo aún a  través  de  los  caños y canales (como el de Bártivas) situados inmediatamente al N.O. de Chiclana de la Frontera (zona hoy de marismas) y que podrían  haber puesto  en  comunicación el río Iro con un caño de Sancti  Petri cuyo curso hubiera podido seguir una trayectoria más  oriental, o incluso directamente con la Bahía (56).

En el caso del Guadalete encontramos unas posibilidades de navegación  más considerables  que  en  el  Iro,  hasta  el  punto  que  podemos considerarlo un  verdadero puerto de mar aún hoy (57). Si el límite para la navegación marítima en la actualidad lo encontramos  a  dos  Km. río arriba del curso, en el moderno puente de San Alejandro que permite el acceso al casco antiguo de la ciudad,  no siempre hubo de ser así; prueba  de  ello  son  los  restos  de  embarcaciones  pesqueras  que  se  encuentran  en  las riberas del Guadalete justo corriente arriba del citado  puente,  así  como  los  varaderos de  pesca  que  se  sitúan  en  la  ribera derecha del río, entre los restos del antiguo puente (derruido en los años setenta del presente s. XX)  y  la estructura del moderno (58). El límite de  la acción de las  mareas está a la altura del  Portal  del  Guadalete,  doce  Km. al interior (al N.E. del Pto.de Sta.María),  lugar  que  ha  sido  identificado por algunos  investigadores  con el “ad/at portum” latino (59); en dicho emplazamiento  encontraremos  vestigios  de  la  navegabilidad  del  Guadalete hasta punto tan al interior en tiempos históricos.

Modelo de barco mercante Romano.
Modelo de barco mercante Romano.

No son muchas las noticias  sobre  la presencia de barcos romanos en el interior del Guadalete, río arriba de El Portal,  pero  las  pocas  con  las  que contamos muestran a todas luces que dicha navegación debió realizarse de forma ordinaria hasta tiempos más recientes. Así, si Bonsor ya señalaba la funcionalidad de las mareas en el Guadalete, fenómeno  cuyos efectos se hacían sentir hasta El Portal (60), Pemán proporciona la noticia  del  hallazgo a mediados del presente s. XX de los restos de una embarcación “…al parecer romana…” en la Marisma de las Mesas de Asta, en un lugar llamativamente denominado “El Muelle” (61). De la navegabilidad de las marismas entre el Guadalquivir (caso similar a la marisma jerezana) y el  Guadalete rinde cuentas Chic, proporcionando noticias sobre  el  hallazgo  de  diversas embarcaciones en dicho entorno (62); a estas referencias sumaremos las  relativas  a  la continuidad  de  la  navegación  por el Guadalete hasta la  marisma  jerezana en épocas medieval y moderna. De este modo, Hipólito Sancho de Sopranis revela la existencia de comercio marítimo e instalaciones pesqueras en punto tan al interior  como  el  Cortijo Casarejo (en término de Trebujena) (63) en plena segunda mitad del siglo XV (en 1467); podemos poner en relación con esta información los testimonios de Chic  (64)  sobre  el  hallazgo en 1980 de un pecio  medieval (datado  merced  a  la cerámica del estrato en torno  al  s. XIV)  en  el Cortijo de la Herradura  (El Portal),  a seis metros de profundidad  (lo que da idea del nivel de colmatación del terreno).

Con estos datos no podemos albergar dudas acerca de la  continuidad  de  la navegación por el Guadalete hasta las postrimerías de la Edad Media,  pero  será  un  estudioso de la zona, A. Rodríguez  del  Rivero, quien nos proporcione otras noticias sobre la continuidad de esta actividad en  un  estudio que cuenta con más de 50 años (65); según este autor, las naves de Jerez de la Frontera utilizaban  como fondeadero (hasta las postrimerías del siglo XV) la ensenada natural de la Bahía gaditana hoy ocupada por el casco urbano de Puerto Real (66),  población fundada como villa de  Realengo por los Reyes Católicos en 1483 con el objeto de dotar de una ciudad propia a la Corona de Castilla en la Bahía de Cádiz (donde todas las localidades eran señoríos de los Ponce de  León, los  Medinasidonia o los  Medinaceli),  para lo cual se creó la nueva población segregándola del gran núcleo de Jerez, cuyo casco urbano quedaba demasiado lejos del contacto directo de la costa para los intereses de Isabel y Fernando (67). Junto a  este dato,  Rodríguez del Rivero proporciona  igualmente  noticias  sobre el servicio  de  galeras de Jerez de la Frontera en  el  siglo XVII (con disposiciones de 1642 para el servicio de presos de las cárceles jerezanas como galeotes y con reglamentos de pesca de ese mismo año); menciona también  la existencia de una Cofradía de Pescadores en Jerez (en 1661), situada bajo la protección de San Telmo (santo especialmente relacionado con los marineros y las actividades náuticas) y de la cual sólo podían ser miembros gentes de la mar (según los Estatutos de la referida Cofradía aprobados en 1588).

También  relata  Rodríguez  del  Rivero  la  construcción  de un “arrecife-muelle” (es decir, un  muelle  que sirviera  al  tiempo de protección de la ribera y de camino) en el Portal en 1621 (68); este dato  puede  ser  relacionado con las estructuras análogas halladas en  el  Portal (pilotes de madera  relacionados  con  embarcaderos o con obras de protección de las orillas) a las que Chic hacía referencia (69); Rodríguez las  relaciona con las necesidades de mantener el tráfico por el Guadalete, tal  como sucedería  en  época romana, un tráfico fluvial vinculado con el Nuevo Mundo (a través de la Casa de Contratación), vinculación que quedaría demostrada por la Real Orden de 1809 concedida a Jerez habilitando a dicha ciudad como puerto marítimo para el comercio con América;  los  últimos coletazos de esta actividad marítima jerezana vendrán con el avanzar el siglo  XIX:  si en 1842 se ordena al Ayuntamiento de Jerez la entrega de madera para la reparación del navío “Soberano”, en 1858 desaparecería la Ayudantía Militar de Marina de Jerez,  manteniéndose (aguas abajo del Guadalete) la del Puerto de Santa María (dependientes ambas de la Capitanía Militar de Marina de Cádiz), lo que, junto a la sedimentación  del  río,  iría  marcando  el  declinar de la navegación marítima aguas arriba del Puerto de Santa María (70).

Sobre el uso como vía  navegable  del  Guadalete  en  la  Antigüedad, además de los pecios hallados en su curso y en la marisma jerezana, ha de tenerse en cuenta la disposición de las figlinae de la zona en relación con el río (71), de modo que tales establecimientos puedan servirnos de guía para reconstruir el hecho potencial de la navegación por el río en su curso interior. Ya en 1979 Chic señala la conexión entre  el  río  y  un  punto  tan  al  interior como el alfar de San Isidro del Guadalete,  al que se añade toda una serie de homólogos entre  Arcos  de la Frontera y la costa: Pago del Águila (Vegas de Cobiche), el citado S. Isidro del Guadalete (a 12 Km. al E. -río arriba- del Portal), Rancho de Perea, S. Ignacio, Cejos del Inglés, Alto de las Cruces, El Tesorillo (72). Esto  nos  lleva de nuevo a plantear la necesidad del establecimiento de obras de canalización y regulación artificiales en el Guadalete de cara a permitir la navegabilidad de éste  (73). Cabe decir que el establecimiento  de  un  puente  fijo  sobre  el  Guadalete  a  su  paso  por  Arcos no se llevaría a cabo hasta fecha tan reciente como 1868,  ya que las avenidas del río  y  la  falta  de medios  darían  al  traste  con varios proyectos (74).

Otro factor a tener en cuenta ha de  ser el establecimiento de explotaciones fundiarias en el ámbito de la Bahía y, en concreto, en relación  con  el Guadalete. En efecto, desde punto tan al interior como Arcos de la Frontera (Arci), la campiña  gaditana  presenta  evidencias  de  su explotación y ocupación  en  época romana, de modo que  hemos  de coincidir con Rodríguez  Neila  y  Chic García a  la  hora de destacar el papel  de  terrateniente  que  la  oligarquía gaditana  habría  desempeñado  (y  desarrollado) con la asimilación de su ciudad en el marco de los esquemas políticos y económicos y sociales) romanos (75). De esta forma encontramos vestigios de  explotaciones fundiarias romanas en relación con los ríos Guadalete y Majaceite (76)  y  en el resto de la campiña de Arcos (77); a éstas han de sumarse las situadas río  abajo  del actual municipio arcense, como las identificadas por Santero y  Perdigones (78) o por Chic García (79), hasta llegar a tierras del Puerto de Santa María y,  finalmente,  al  mar  (80),  por  no  hablar de  las explotaciones  vitivinícolas  de  tierras  jerezanas (ya  estudiadas  por  Beltrán, Chic y Marín y Prieto) y  su  papel en la  economía  exportadora  de  la  Bética,  ya  señalado -siquiera de un modo general-  por Estrabón  (81).  

Por todo ello, la  ausencia  de  obstáculos  (en  forma  de  puentes,  molinos, aceñas) hasta la misma Arcos (y ello hasta  tiempos  recientes),  la existencia  de  pasos  transversales  mediante  barcas  (como  demuestran topónimos como el de  la “Barca de la Frontera” o tan al interior como en  la misma ciudad  de Arcos), la  existencia de restos de naves  romanas y medievales en puntos de  la  marisma  jerezana  y  de  las  proximidades  del  Portal  del  Guadalete,  la continuidad  de  las actividades marinas  (incluso con representación de la Administración  estatal)  por el Guadalete  (hasta El  Portal)  hasta  la  segunda  mitad  del  s. XIX,  la  presencia  de  restos  materiales  que  testimonian  la  intervención  humana de cara a mejorar la navegación por el río (como las estructuras de madera relacionadas con embarcaderos y con obras de  contención  de  las riberas y regulación del caudal), la existencia de alfares junto al  río  y  en  la  marisma  del  mismo en una zona tan al interior  como  en San Isidro del Guadalete (a más de 12 kilómetros río arriba de El Portal), así como la vinculación cierta entre la ocupación humana de la campiña (villae) y el cauce fluvial, la demostrada navegación del río Guadalete corriente arriba del casco urbano de la actual localidad de El Puerto de Santa María (una navegación no obstaculizada  por  los  puentes  anteriores  al  actual de San Alejandro), la  condición  de  puerto  de  mar de esta ciudad (aún hoy día), las condiciones del estuario y marisma del Guadalete, todo ello demuestra sobradamente la continuidad de la navegación por el mencionado río más allá  del punto considerado tradicionalmente como máximo para tal actividad, el límite de las mareas en el Portal del Guadalete.

Notas:

  1.  Vid.  al  respecto  A.A.V.V., La  Provincia  de  Cádiz  Pueblo  a  Pueblo. Cádiz  1995-1996,  cp. 4,  “Chiclana de la Frontera” (s/p.).
  2.  C. Zazo, “Paleogeografía de la desembocadura del Guadalquivir al comienzo del Cuaternario (Provincia de Cádiz, España)”, Actas I Reunión del Cuaternario Ibérico. Lisboa 1985, pp. 461-472; para una opinión matizada del particular, vid. G. Chic, “Gades y la desembocadura del Guadalquivir“, Gades 3, 1979, pg. 14. Sobre  una unión artificial realizada por manos humanas en tiempos históricos entre los cauces de los ríos Baetis y Guadalete contamos con diversas referencias; entre éstas cabe destacar el estudio realizado por G. Chic, F. Díaz y A. Caballos, “Un posible enlace entre las marismas del Guadalquivir y el Guadalete durante la Antigüedad Clásica”, en Actas de la V Reunión del Grupo Español de Trabajo del Cuaternario. Sevilla 1981, pp. 199-209; vid. igualmente G. Chic, “Portus Gaditanus“, Gades 11, 1983, pg. 110 y notas 29-31  (para  la  conexión antigua entre ambas  corrientes y  los  intentos  de  recuperarla  en los ss.  XVI-XVII);  asimismo  Rodríguez  habla de las disposiciones tomadas en fecha tan tardía como 1809 para la unión de los ríos en cuestión, disposiciones que quedarían en meros trámites administrativos “…por falta de fondos para tan magna obra…” (A. Rodríguez, “Xerez de la Frontera y el fondeadero de su escuadra (hoy Puerto Real) en la Antigüedad”, en Archivo Hispalense 12, 1945, pp. 34-35);  sobre  los intentos y proyectos para realizar esta conexión entre los ríos Guadalete y Guadalquivir en época moderna, cfr. M.M. González Gordón, Jerez-Xerez-Sherrish. Noticias sobre el origen de esta ciudad y su vino. Jerez 1970, pp. 66-ss.
  3.  Vid. F. Borja, “Evolución del litoral y síntesis climática. Paleoensenada y llanura del Guadalete”, en Geografía Física. Bahía de Cádiz. Guadalete. Grazalema. Jornadas de Campo. Cádiz 1989, pp. 25-35; vid. n. 12, supra.
  4.  Se trata de un paleocauce del Guadalete hoy convertido en brazo de mar que divide los municipios de Puerto Real y Puerto de Santa María y que resulta aún navegable para pequeñas embarcaciones (incluso en bajamar) hasta más  de seis Km. al interior de su curso, debiendo ser salvado sobre sendos puentes por la vía férrea y por la N.IV (hoy autovía en su tramo entre Puerto Real y Jerez); conecta con el mar por la playa de Valdelagrana y el proceso de colmatación de su boca se encuentra tan  avanzado en la actualidad que se puede cruzar a  pie  por  la  misma  en  la  bajamar, con  lo que el San Pedro  lleva  camino  de  convertirse  en  una particularmente alargada laguna interior (lo que técnicamente recibe el nombre de “lagoon”).  En  su conferencia de título “Entre lo Púnico y lo Romano. Las transformaciones de la Bahía Gaditana en época Republicana” (vid. supra, nota 40), L. Lagóstena  hizo mención de la existencia de un pecio romano en el río San Pedro, navío que contaría en su cargamento con ánforas vinarias del Mediterráneo Oriental (rodias) y Dressel 20 de producción local (cuya presencia aboga claramente  por  la existencia de unas producciones oleícolas destinadas -siquiera en parte- a la exportación en tierras de la Bahía de Cádiz ya en el siglo I de nuestra Era, pese a los tópicos que parecen adjudicar al entorno de la Bahía un escaso -por no decir nulo- papel en la economía aceitera de la feliz Bética).
  5.  Vitrubio (De Arch. V.12) aconseja no construir en las bocas de ríos puertos artificiales por el peligro de su colmatación merced a los depósitos sedimentarios transportados por los ríos.
  6.  M.  Beltrán,  “Problemas  de la morfología y del concepto histórico-geográfico que recubre la noción tipo. Aportaciones a la tipología de las ánforas béticas”, en Méthodes Classiques et Méthodes Formelles dans l’Étude des Amphores. Roma 1977, pg. 103.
  7.  L. Lagóstena Barrios, op. cit., pg. 122 (cursiva del autor).
  8.  Alfarería Romana, op. cit., pp. 122-124.
  9.  Cumpliéndose las condiciones de C. Pemán Pemartín (“Alfares y embarcaderos romanos en la provincia de Cádiz”, A.E.Arq. 32, 1959, pg. 171) sobre la distancia y elevación de los alfares  respecto a los cursos de agua; en este caso se trataría de prevenir las riadas del Iro.
  10.  Vid. nota 26,  supra.
  11.  Cfr. G. Tchalenko, Villages antiques de la Syrie du Nord; le massif de Bélus à l’époque romaine 1-2. París  1953, pp. 413-415, quien destaca la necesidad de una fuerte inversión inicial y de mano de obra especializada  (los agrónomos latinos al especificar  las necesidades de agua y los instrumenta de un fundus, contaban entre éstos últimos a las naves;  junto a  otros útiles una parte más del instrumentum eran las naves, según el Digesto, 33.7.12), para mantener unas explotaciones  que  no  rendirían  beneficios  hasta unos  10-12  años  después  de  su  puesta  en  activo; vid. K. Greene, The Archaeology of the Roman Economy. London 1986, pp. 138-139;  igualmente R. Duncan-Jones, (The economy of the Roman Empire. Quantitative Studies. Cambridge 1982, pp. 39-ss.), destaca (analizando a Columela) las necesidades de capital y trabajo iniciales que conllevaba el cultivo de la vid (con vistas no ya al autoabastecimiento, sino a la comercialización  del producto); al mismo  tiempo (op. cit., pg. 327), señala la abundante mano  de  obra especializada necesaria: para mantener una explotación de 100 iugera (28.800 piés  cuadrados,  25’182 áreas) se  requerían 16 individuos con dedicación completa (Catón, XI. 1), lo  cual aún pareciendo exagerado al propio autor rinde una idea de lo costosa que una  explotación vitivinícola  resultaría; G. Chic, “La región de Jerez en el marco de la Historia Antigua”, I Jornadas de Historia de Jerez. Jerez de la Frontera 1988, pp. 28-ss., ofrece una clara imagen del papel de los vinos  de  la comarca interior de la Bahía en la  economía  exportadora  bética en el tránsito de las Eras y los principios del Imperio (vinos como los gaditanus, hastensis, nabrissensis, y ceretanus, así como sus  derivados, los arropes y  sancochos –defrutum y sapae– y las conservas de uvas). Otras fuentes sobre el laborioso cuidado de la viña, Catón XI y XIII;  Columela, De Re  Rustica III.3;  S. Isidoro Sevillano, Etimologías XVII.5;  Palladio, Opus Agric. I.11.
  12.  G.E. Bonsor, Expedición arqueológica a lo largo del Guadalquivir. Écija, 1989; G. Chic García, La Navegación por el Guadalquivir entre Córdoba y Sevilla en época romana. Écija, 1990.
  13.  Una Bahía parte de cuyas  tierras  emergidas hoy  (esteros, marisma y salinas) habría  estado cubierta de agua en la Antigüedad. Sobre el Caño de Sancti Petri y la navegación romana por la Bahía y  la existencia de un fondeadero marítimo en dicho caño vid. M. Gallardo, C. García, C. Alonso y J. Martí, “Carta Arqueológica subacuática de la Bahía de Cádiz”, en Cuadernos de Arqueología Marítima 3, 1995, pp. 105-122; para el puerto romano de Gades y el canal Bahía-Caleta, vid. M.E. Aubet, Tiro y las colonias fenicias de Occidente. Barcelona 1987, pp. 232-ss.
  14.  Vid. nota 40, supra.
  15.  Ambos ejemplos testimonian la navegabilidad del Guadalete corriente arriba del antiguo puente de San Alejandro (si bien aparecen en las inmediaciones de donde éste se encontraba), al que no hemos de suponer un obstáculo para la navegación.
  16.  Vid. tal reducción en G. Chic García, “Portus Gaditanus“, en Gades 11, Cádiz 1983, pp. 111-112; del mismo autor, “Lacca“, en Habis Nº. 10-11, 1979-1980, pp. 275-276 y nota 125.
  17.  Bonsor, op. cit., pg. 92, señala la existencia de un punto de control administrativo y fiscal romano en el Guadalete a la altura de la localidad del Puerto de Santa María; al tiempo rinde cuenta (sin más detalles) de la presencia de restos romanos a los que identifica con figlinae en El Portal y sus inmediaciones (en el antiguo brazo del Guadalete, llamado “Madre Vieja”).
  18.  C. Pemán, “Alfares y embarcaderos romanos en la provincia de Cádiz”, en AEArq. 32, 1959, pg. 173; no se dan en ese trabajo más datos sobre el pecio, sólo la noticia de su hallazgo.
  19.  Chic, “Gades y la desembocadura del Guadalquivir”, Gades 3, 1979, pg. 11 (en las marismas de las Mesas de Asta, en la marisma de Lebrija, en la marisma de Rajaldabas, en Trebujena, donde se hallasen estructuras correspondientes a  un horno cerámico, y en la marisma de Ebora, donde se  encontraran  además restos de instalaciones alfareras romanas).
  20.  H. Sancho de Sopranis, Historia Social de Jerez de la Frontera al fin de la Edad Media. I. La vida material., Jerez 1959, pg. 64.

 

  1.  G. Chic  (“Lacca“, en Habis 10-11, 1979-1980, pp. 264-265, n. 64), detalla el hallazgo de dos anclas de hierro, cordajes (deshechos al secarse) y  lapas sobre los restos del pecio, lo que según el autor demostraría su prolongada inmersión; al mismo tiempo revela Chic  la presencia de restos anfóricos, incluso de fallos de cocción (que estima podrían corresponder a Dressel 10), lo que indicaría la existencia en las inmediaciones de un alfar,  justo encima de una serie de pilotes cuyo conjunto es identificado por Chic como una estructura de contención de las riberas como las de más  entidad existentes en el Baetis; vid. sobre estas últimas G. Chic, La Navegación por el Guadalquivir…, op. cit., pp. 23-26 y 29-42; para las estructuras de madera halladas en  Sevilla relacionadas con  la  canalización del río, vid. L.J. Guerrero, “Un ancla bizantina hallada en la plaza Nueva de Sevilla”, en Museos 2, 1983, pp. 95-98; esta estructura de contención (que quizá  pudiera  relacionarse con un embarcadero de madera y  muelles  fluviales  romanos) ayuda a revelar  la  importancia del Guadalete como vía fluvial inscrita en el tráfico comercial de la Bética.
  2.  Trabajo que no ha contado con gran difusión, ya que no lo encontramos en los estudios consultados, pese a sus noticias sobre fuentes directas; A. Rodríguez del Rivero, “Xerez de la frontera…”, art cit., pp. 31-35 (vid. n. 45, supra).
  3.  Quizá el “litus curense inflecto sinu” de las fuentes (Plinio, N.H. III.7); sobre la relación de este topónimo pliniano con los “curetes” de Justino (XLIV), G. Chic, “La región de Jerez en el marco de la Historia Antigua”, en I Jornadas de Historia de Jerez. Jerez  1988, pg. 22 y n. 23; igualmente, vid. R.R. Chenoll, “Sobre el origen del topónimo pliniano Litus Curense“, en Baetica 5, 1982, pp. 151-152.
  4.  Vid. al respecto A. Muro Orejón, “La villa de Puerto Real, fundación de los Reyes Católicos”, trabajo publicado en el Anuario de Historia del Derecho Español XX, 1950, pp. 746-757.
  5.  A. Rodríguez, art. cit., pg. 34.
  6.  Vid. n. 64, supra.
  7.  A. Rodríguez, art. cit., pp. 34-35; la clausura de la Ayudantía Militar de Marina de Jerez no prueba por sí sola el cese de la actividad; en el caso del Puerto de Santa María, su Ayudantía  ha sido recientemente clausurada (en la presente década de los noventa), sin que ello signifique que el Guadalete haya dejado de ser navegable hasta ese punto.  
  8.  Vinculación entre alfares y vías navegables (no sólo en lo que se refiere al Sur de Hispania, sino en términos generales) señalada por autores como Pemán (“Alfares y embarcaderos…”, art. cit., pp. 169-173), Bonsor (Expedición…, op. cit.) o Chic (La Navegación…, op. cit.).
  9.  Sobre Vegas de Cobiche, vid. J. y J. de las Cuevas, Arcos de la Frontera. Cádiz 1979, pg. 33, n. 205;  G. Chic, “Lacca“, en Habis 10-11, 1979-1980, pp. 263-264 y notas 52-58; G. Pemán, “Alfares  y  embarcaderos…”, art. cit., pp. 169-173; G. Chic, F. Giles y A. Sáez, “Horno cerámico romano del Rancho de Perea (San Isidro del Guadalete)”, B.M.C. I, 1978-1979,  pp. 43-49; L. Lagóstena, Alfarería romana…, op. cit., pp. 30-62; M.D. López de la Orden, I. Pérez, “Depósito de ánforas en las cercanías de Rota”, B.M.C. I, 1978-1979, pp. 51-54.
  10.  Un río “…de carácter pluvial y de fuerte pendiente hasta pasado Arcos…”, y de notable  estacionalidad, sometido al irregular régimen de lluvias de la comarca gaditana (Chic, “Lacca“, art. cit., pp. 262-263), y a la acción de las mareas (recordemos que El Portal es el límite de las mareas en el Guadalete). Para la intervención humana sobre el río en la forma de obras de regulación no contamos con ejemplos aplicables claramente a su curso, si bien las estructuras de madera encontradas  (en  un estrato romano) en El Portal (cfr. Chic, “Lacca“, art. cit., pp. 264-265) pueden pertenecer a una infraestructura de regulación y canalización del cauce del río, como señala Chic (loc. cit.); esto, junto con la hipotética unión  artificial entre este río y el Baetis (G. Chic García, F. Díaz del Olmo y A. Caballos Rufino, “Un posible enlace…”, art. cit., pp. 199-209) en época romana indicaría el interés del Imperio por llevar a la práctica los planteamientos teóricos legales relativos a la protección de los cursos navegables. Cabe reseñar la existencia -otra vez – de un paraje denominado “La Barca”: se trata de “La Barca de la Frontera”, a 5 Km. al este de San Isidro del Guadalete; la referencia a una “Barca” (coincidiendo con  un curso  acuático)  en  la  toponimia  de  un  lugar  indica la existencia pretérita de un cruce sobre la vía fluvial, de modo que la navegación (siquiera en forma de paso  transversal) sobre ésta aparece como un hecho palpable. El Guadalete se encuentra -hasta Arcos de la Frontera- dentro de la cota de los cien metros de altitud, por lo que la pendiente que salva es mínima en su recorrido entre esta población y su desembocadura.
  11.  Vid. J. y J. de las Cuevas, Arcos de la Frontera. Cádiz 1979, pp. 12-ss.; sobre la identificación del Guadalete con el “Wadilakka“/”Guadibecca” de las fuentes medievales (y su ausencia de las fuentes antiguas) y el origen de Arcos/Arci/Arcilacis, vid. J. y J. de las Cuevas, op. cit., pp. 28-ss.;  vid. también G. Chic, “La región de Jerez…, art. cit., pg. 23 y n. 23, quien remite  a  C. Sánchez  Albornoz, “Otra vez Guadalete y Covadonga”, en Cuadernos de Historia de España I y II, Buenos Aires 1944, pp. 11-114; vid. también A. Schulten, Geografía y Etnografía Antiguas de la Península Ibérica  II.  Madrid 1963, pg. 47;  para el origen (a partir de la unión de su  corriente con la del Majaceite) y  la identificación  del  río  y  del  núcleo  romano de “Lacca“, vid.  G. Chic, “Lacca“, Habis 10-11, 1979-1980, pp. 273-274; también  G.E.  Bonsor, Expedición  arqueológica…, op. cit.,   pp. 92-ss.;  J. y J. de  las  Cuevas, loc. cit.
  12.  J.F. Rodríguez  Neila, El Municipio  Romano de Gades. Cádiz 1980, pp. 122-ss.; G.Chic, “Portus Gaditanus“, Gades 11, 1983, pp. 116-ss.; sobre el establecimiento de colonos itálicos y la expansión del sistema-villa en la Bahía de Cádiz, vid. E. García Vargas, “La producción…”, art. cit., pp. 56-ss.; una breve nota del doblamiento en la campiña portorrealeña en L. Perdigones et alii, “Informe Arqueológico sobre los terrenos  afectados  por  la  variante  de  la  carretera N-IV a su paso por el término municipal de Puerto Real. Cádiz” (informe de la Consejería de Cultura y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, Cádiz 29/IX/1991).   
  13.  J.M. Santero y L. Perdigones, “Vestigios romanos en Arcos de la Frontera (Cádiz)”, en Habis 6, 1975, pp. 331-348.
  14.  Como señalaran los de las Cuevas  y colacionara Chic  (J. y J. de las Cuevas, op. cit., pp. 26-27; G. Chic, “Lacca“, art. cit., pp. 269-ss.) al hablar  de la villa del Santiscal (río arriba de Arcos)  y  las   villae de la campiña arcense: “…Soto del Almirante, Matite, Atrera, Aznar (…), Vallejas (…), “Concejo”, “Vega de Cobiches” (…).  E igual ocurre en la margen derecha del Guadalete,  al Oeste de Arcos. En la “Cruz de las Carreras” (…). Por la conocida colada de Jadramil, en el olivar del Tesorillo (…). En otro olivar, en “la Garrapata” (…), en la colada de “San Rafael” (…), en “El Jaudón” (…), en “Casablanca”.
  15.  Yacimientos como los de Gédula, Aznar o Albalá  (vid. Santero Santurino y Perdigones, art. cit.).
  16. “Cerro de Alcolea” (Cortijo de Albardén), “El Torno” (entre San Isidro del Guadalete y “La Barca”, siguiendo el curso del río), “Parcela del Almendro” (vid. al  respecto el artículo de  G. Chic, F. Giles y A. Sáez, “Horno cerámico romano del Rancho de Perea”, Boletín Museo de Cádiz I, 1978-1979, pg. 48.
  17.  Y  encontrar así  las explotaciones  estudiadas por M. Lazarich y su equipo (vid. M. Lazarich et alii, “Prospección arqueológica …”, art. cit., pp. 89-97; eid., “Informe preliminar de la primera campaña…”, art. cit., pp. 98-100); igualmente E. García (“La producción…”, art. cit., Habis 27, 1996, pp. 49-62; “Las ánforas del alfar…”, art. cit., III J.H.P.R. Puerto Real 1996, pp. 33-81; La Producción…, op. cit., y L. Lagóstena (“Alfarería romana…”, art. cit., B.M.C. VI, 1993-1994, pp. 107-116; “El alfar…”, art. cit., Habis 24, 1993, pp. 95-104; Alfarería…, op. cit., fundamentalmente.
  18.  Estrabón, III.2.6. (144); cfr. G. Chic, “La región de Jerez en el marco de la Historia Antigua”, I Jornadas de Historia de Jerez. Jerez de la Frontera, 1988; sobre los vinos  gaditano-jerezanos y sus características identificativas en la Antigüedad romana, notas 27 y 54, supra.
Manuel Parodi
Manuel Parodi
Doctor Europeo en Historia, arqueólogo. Gestor y analista cultural. Gestor de Patrimonio. Consultor cultural.

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