En Nigeria, como en buena parte de África Occidental, la figura del famoso tradicional, como el actor de cine o el cantante de moda, ha cedido terreno ante un nuevo tipo de celebridad: el influencer digital. Jóvenes carismáticos con millones de seguidores que no solo marcan tendencias en moda o música, sino que también están revolucionando otro ámbito mucho más lucrativo y polémico: las apuestas deportivas y el juego online.
Este fenómeno ha crecido a la par de la crisis económica del país, en donde la inflación, el desempleo y la falta de oportunidades han hecho que muchos vean en las apuestas una vía, si no segura, al menos posible, para mejorar sus finanzas personales. Y ahí es donde los influencers juegan un papel clave: alimentan ilusiones, comparten tips y promueven plataformas en las que, con apenas unos centavos, cualquiera puede entrar a apostar.
Más que seguidores, una comunidad de creyentes
En un país donde el fútbol es casi una religión, no sorprende que los influencers más seguidos sean quienes se dedican a dar pronósticos deportivos. Publican análisis de partidos, estadísticas de equipos y recomendaciones para apostar (algunas gratuitas, otras bajo suscripción) y reciben a cambio una oleada de agradecimientos, bendiciones y emojis por parte de sus seguidores. A varios incluso los llaman “Baba”, un apodo que denota respeto casi místico.
Lo más interesante es que alrededor de estas figuras se forman verdaderas comunidades digitales: canales de Telegram, grupos de WhatsApp y transmisiones en vivo por Instagram donde se intercambian datos, se celebran victorias y se mantiene encendida la esperanza. En un entorno donde el dinero escasea, la fe en el próximo “acierto” se convierte en una motivación colectiva.
Apostar no es un lujo, es un recurso
A diferencia de lo que podría pensarse, en Nigeria apostar no es necesariamente una distracción de fin de semana. Para muchos, es una alternativa económica en medio de la crisis. Plataformas que permiten apuestas desde ₦50 (unos pocos centavos de dólar) han abierto el juego a estudiantes, madres cabeza de hogar, obreros y oficinistas por igual. Basta un celular y conexión a internet para entrar al ruedo.
Y es que el atractivo no está solo en la posibilidad de ganar, sino en el simbolismo que carga el acto de apostar: es un gesto de fe. Así como miles acuden a la iglesia para pedir un milagro, también revisan las cuotas de apuestas en busca de una señal. En ese cruce entre espiritualidad y entretenimiento, los influencers terminan siendo guías de ambos mundos: animadores y consejeros al mismo tiempo.
La otra cara de la moneda
Más allá de las celebraciones en redes sociales y las publicaciones que presumen apuestas ganadas, existe un aspecto mucho menos visible y considerablemente más delicado del auge de las apuestas en Nigeria. El crecimiento acelerado de esta industria, impulsado por figuras con gran alcance digital, también ha expuesto a miles de personas en condiciones vulnerables a riesgos que rara vez se abordan con franqueza. Porque en muchos casos, apostar no es una forma de entretenimiento, sino una decisión marcada por la urgencia económica.
Aunque las plataformas suelen incluir mensajes sobre juego responsable y algunos influencers replican ese discurso, en la práctica hay muy poca regulación efectiva. Mientras sus audiencias pierden dinero intentando ganar algo que alivie sus finanzas, los creadores de contenido reciben beneficios económicos: algunos cobran comisiones por cada nuevo usuario que se registra o apuesta a través de sus enlaces; otros mantienen acuerdos comerciales con casas de apuestas para promocionar servicios, productos específicos o atractivos bonos de casino online.
Esto plantea interrogantes éticos importantes. ¿Está su lealtad con sus seguidores o con las empresas que les pagan? Algunos tratan de manejar esa dualidad con transparencia. Otros, en cambio, prefieren no abordarla en absoluto.
Una de las preocupaciones más graves es el acceso de menores de edad a estas plataformas. A pesar de las restricciones legales, muchos adolescentes logran apostar utilizando cuentas de familiares o identidades falsas. Incluso se han reportado casos de jóvenes que han empeñado sus dispositivos o recurrido a préstamos con tal de seguir participando. Son situaciones que rara vez se muestran en redes sociales, pero que forman parte del impacto silencioso de este fenómeno.
¿Hacia dónde va todo esto?
El auge de los influencers vinculados al mundo de las apuestas difícilmente puede considerarse una moda pasajera. Más bien, es el reflejo de un cambio profundo: una transformación digital que avanza rápidamente en África y que está reconfigurando los conceptos de fama, modelo de negocio y acceso a oportunidades económicas.
Para la industria del juego, estas figuras digitales representan una vía eficaz para llegar a nuevas audiencias. Son cercanos, generan confianza y tienen la capacidad de moldear comportamientos. Pero ese mismo poder conlleva una responsabilidad que no siempre se asume. ¿Cómo se regula una actividad que se nutre de la precariedad económica y del deseo, a veces desesperado, de encontrar una salida?
Lo cierto es que en Nigeria, y en buena parte del continente, las apuestas han dejado de tener el rostro sobrio del casino tradicional. Hoy tienen una apariencia joven, están a un clic de distancia y llegan a los usuarios desde la pantalla del celular, disfrazadas de consejo amistoso, de oportunidad o de promesa.