Gobernar un ayuntamiento es, en muchas ocasiones, una tarea tan ingrata como heroica. Desde la barrera, puede dar la sensación de que se trata simplemente de ejecutar promesas y gestionar presupuestos. Confieso que yo mismo cometí ese error.
En ese marco mental, los equipos de gobierno suelen llegar con ideas renovadoras, discursos cargados de entusiasmo y programas que apelan a la vivienda, la limpieza, el empleo y la participación ciudadana.
Quienes han ostentado el poder municipal saben que administrar un ayuntamiento implica caminar sobre una cuerda floja entre las expectativas de la ciudadanía, las limitaciones legales y una realidad económica que pocas veces permite cumplir con todo lo prometido.
En el caso específico del Ayuntamiento de Puerto Real, últimamente el choque es devastador. Casi dos décadas de limitaciones y de problemas estructurales lastran la gestión municipal, y las promesas, hechas con la mejor intención, comienzan a desdibujarse ante una maquinaria administrativa que avanza mucho más lento de lo deseado, que no siempre es solidaria con las necesidades ciudadanas, y que está plagada de frenos y obstáculos.
Obviamente, la ciudadanía no entiende de trámites ni de competencias entre administraciones, quiere ver su calle limpia, su parque arreglado. Y lo quiere ya.
Sin embargo, es bueno ser consciente de que gestionar un ayuntamiento es un ejercicio de generosidad que exige vocación de servicio, capacidad de escucha, y una resistencia inquebrantable al desencanto. Seguramente es el nivel de gobierno donde más se sufre, pero también donde más se puede transformar la vida cotidiana de las personas.
Por eso, quiero expresar mi respeto, mi admiración, mi confianza y mi solidaridad hacia todas y cada una de las personas que forman parte del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Puerto Real.
Desde el primer día sé que la tarea es ingente y que el reto es mayúsculo, pero también sé que la ilusión, la dedicación y el esfuerzo diario que ponen en su trabajo es el fruto de un compromiso férreo y sincero con Puerto Real. Reconocer la que situación es complicadísima no le resta ni una pizca de mérito al trabajo que realizan.
El reconocimiento es extensible a la plantilla del Ayuntamiento, que cada día desarrolla su trabajo con más limitaciones y en peores condiciones laborales
Pero, por encima de todo, quiero expresar y destacar toda mi admiración por Antonio Romero, José Antonio Montilla e Iván Canca, que, a pesar de conocer, de primera mano, la situación límite en que se encuentra el ayuntamiento, han decidido volver a ostentar una responsabilidad municipal para contribuir a transformar la dinámica de la institución y poner en marcha políticas públicas.
Algo así no puede ser motivo de crítica, sino de alabanza.