16.4 C
Puerto Real
sábado, 1 noviembre, 2025
spot_img

Historia de Puerto Real: La Cortadura. Raya en el agua

El caño artificial de La Cortadura, que nos contempla como mermado y mudo (a la par que abandonado) testigo de la Historia desde hace más de doscientos años, no pudo cumplir con el objetivo para el que había sido concebido y creado, y habría de resultar suficiente defensa para que los liberales españoles, sostén del gobierno de ese entonces, pudiesen resistir el ataque de los absolutistas franceses (los Cien Mil Hijos de San Luis) la aciaga noche del 31 de agosto de 1823, hace ahora (a la fecha de redacción de estos párrafos) 202 años cumplidos.

A principios del siglo XIX el potente cinturón defensivo en torno a la ciudad baluarte de Cádiz incluía como elementos esenciales e inmediatos a la propia ciudadela gaditana los pagos portorrealeños de El Trocadero, La Matagorda y La Cabezuela. De este modo se contaba para la defensa de la ciudad con núcleos fortificados de tanto peso y relieve como el Fort Luis (o castillo de San Luis) en la isla de El Trocadero y el castillo de La Matagorda, en el pago de su nombre.

Para el refuerzo de esta línea defensiva externa a Cádiz tras los avatares de la Guerra de la Independencia y la invasión napoleónica se había dispuesto, al calor de la mencionada Guerra de la Independencia, en 1812-1813, la creación en dicho entorno (y, todo sea dicho, en término municipal de Puerto Real) de una barrera artificial empleando el recurso más a mano en la Bahía: el agua de mar.

Para ello el gobierno español, tras la final retirada de las derrotadas fuerzas napoleónicas del hasta ese entonces invicto escenario gaditano, había creado un caño artificial, precisamente el de La Cortadura, constituido como una gran trinchera de agua que habría de servir como línea de defensa para los pagos de La Matagorda y La Cabezuela, verdadera antesala de Cádiz, unos pagos a los que dicho caño, convenientemente reforzado en 1823, pretendía convertir virtualmente en un entorno quasi insular, aislándolos de posibles asaltos como el que final y fatalmente tendría lugar en el verano de 1823 y creando un colchón defensivo externo respecto a la misma Cádiz que contribuyese a aminorar la hipotética presión directa que unos posibles futuros atacantes (habida cuenta del precedente bonapartista a principios del Ochocientos) pudiesen ejercer sobre la capital gaditana contribuyendo de ese modo a la mejor defensa de la propia Cádiz.

PUBLICIDAD

Fernando VII.
Fernando VII.

Dicho caño de La Cortadura, que mal que bien aún resiste hoy día al paso del tiempo como mudo testigo de la Historia de la que fuera protagonista a principios del siglo XIX, bien concebido pero mal mantenido hasta ese entonces (no digamos ahora…), no sería barrera suficiente para que los defensores españoles pudiesen resistir el embate de las tropas absolutistas francesas de los mencionados Cien Mil Hijos de San Luis, enviadas a España por la coalición reaccionaria de la Santa Alianza (conformada por Rusia, Prusia, Austria y Francia) con el fin de dar al traste con el gobierno liberal, finiquitando el primer experimento gubernativo de los liberales en el poder en nuestro país, la experiencia constitucional del así llamado “Trienio Liberal” que rigió los destinos del país desde 1820 (tras el pronunciamiento del coronel Riego en Las Cabezas de San Juan) hasta, precisamente, el aciago verano-otoño de 1823..

Refugiado el gobierno liberal español en Cádiz tras haberse desplazado progresivamente al Sur desde Madrid huyendo del fulgurante e ininterrumpido avance de las tropas francesas comandadas por el duque de Angulema (llevando consigo los liberales en el gobierno, temporalmente inhabilitado y totalmente renuente, al rey Fernando VII), que entraron en el territorio español en abril de 1823 (y para el verano ya habían llegado a la Bahía de Cádiz), y asediado dicho gobierno en la ciudadela gaditana por las antedichas fuerzas reaccionarias europeas, a finales de agosto de 1823 finalmente se llegaría a lo inevitable… Así, aprovechando la luna en cuarto menguante, la noche del 30 al 31 de agosto de 1823 las tropas francesas de los Cien Mil Hijos de San Luis que habían completado desde hacía unas semanas el cerco de la ciudad-fortaleza de Cádiz rodeando el perímetro de la Bahía y poniéndola bajo su total y completo control, asaltaron, al arma blanca y aprovechando la marea baja, el caño de La Cortadura.

Con agua al pecho y a bayoneta calada, los Cien Mil Hijos de San Luis se lanzaron al asalto de las defensas españolas iniciando el ataque por la zona más cercana al caño y la isla de El Trocadero, en un movimiento doble que les condujo de una parte y en primera instancia a rebasar ambos caños, el artificial de La Cortadura y el natural de El Trocadero, y en segundo lugar a hacerse con el control tanto de los pagos de La Matagorda y La Cabezuela como de la propia isla fortificada de El Trocadero y su baluarte, el Fort Luis.

Vista general de Puerto Real y el caño de la Cortadura. Ilustración: Arturo Redondo.
Vista general de Puerto Real y el caño de la Cortadura. Ilustración: Arturo Redondo.

Con el asalto de La Cortadura y la toma de El Trocadero quedaría sellada la suerte del gobierno liberal y de la Constitución de Cádiz de 1812… La ciudad de Cádiz finalmente se rendiría tras unas pocas semanas (no sin antes producirse la batalla de Sancti Petri, en el extremo meridional del ámbito de la Bahía gaditana, igualmente favorable a las armas reaccionarias extranjeras…), Fernando VII sería liberado reuniéndose en El Puerto de Santa María con su pariente francés el duque de Angulema, y daría comienzo el período de la Historia de España conocido como la “Década Ominosa”, un decenio (el comprendido entre los años 1823 y 1833, cuando finalmente fallecería Fernando VII) en el que se reprimirían todos los movimientos liberales restableciéndose efímeramente el absolutismo en España de manos de un gobernante, Fernando VII, que no mentía sino que simplemente (y reiteradamente) cambiaba de opinión cuando le resultaba conveniente…

De todo ello es testigo silente el caño de La Cortadura, que desde hace más de dos siglos forma parte del paisaje de Puerto Real, del imaginario colectivo de todos los portorrealeños así como de nuestro Patrimonio Histórico local.

Manuel Parodi
Manuel Parodi
Doctor Europeo en Historia, arqueólogo. Gestor y analista cultural. Gestor de Patrimonio. Consultor cultural.

Artículos Relacionados

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

- Advertisement -
- Advertisement -spot_img
- Advertisement -spot_img

Lo Último

Más leído

error: El contenido está protegido.