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sábado, 5 julio, 2025
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Historia de Puerto Real: De nuevo reflexiones sobre nuestro Patrimonio Cultural (V)

Durante demasiados años en Puerto Real el poder (esencialmente el poder político) local -profundamente reaccionario aunque disfrazado en colores pastel- ha venido fomentando un proceso de desarticulación del cuerpo social a través de diferentes mecanismos, otorgando por ejemplo carta de identidad a “lo bueno” y “lo malo”, tirando de lo que estimaba necesario en cada momento y tratando (algo fomentado desde el ámbito público) de modelar una versión dada del cuerpo social potenciando determinados elementos (también humanos…), todo lo cual se pensó y ha servido para crear dinámicas y estereotipos falsos y en buena medida alejados de la realidad del proceso identitario histórico de la Real Villa.

Se trata de una dinámica claramente destructiva que durante demasiados años (desde los mismos arranques de los ayuntamientos democráticos) se construyó, se impulsó y se mantuvo desde el ámbito del poder político local, todo lo cual parecería haberse diseñado (y sirvió) para contribuir a vaciar de contenido el verdadero sentido de identidad del cuerpo social de la localidad, cortocircuitando -cuando menos- la interacción entre sus componentes, con la destrucción de elementos y patrones de referencia del Patrimonio Cultural local como mecanismo de vaciado de la identidad, la memoria y la cohesión del cuerpo social portorrealeño.

Llegó a generarse una situación, sostenida en el tiempo, en la que siquiera hablar sobre el Patrimonio Histórico y Cultural de Puerto Real era no sólo algo “pedante”, sino incluso negativo y hasta reaccionario (porque, por ejemplo, se sostenía tácitamente -siempre todo alejado de lo explícito- desde esos mismos poderes que la defensa del Patrimonio iba en contra del “progreso” de la ciudad), y se te tildaba de “derrotista”, cuando no de cosas peores. En este sentido, y ruego al lector sepa considerar con paciencia que entre ahora, brevísimamente, en un terreno más directamente personal, quien suscribe estos párrafos tuvo que sufrir, entre otras cuestiones menores (que de las mayores ya hablaremos otro día, pues también las hubo…) los insultos de algún jerarca técnico del régimen -felizmente jubilado hace años: ya no puede seguir haciendo más daño al pueblo en materia urbanística y patrimonial- pasado de copas una Feria de Puerto Real, hace mil años…

Petitorre. (Foto: Óscar Requejo)
Petitorre. (Foto: Óscar Requejo)

Todavía hay quien tira de dichos “argumentos” cuando se pone en evidencia y sobre la mesa lo que durante años ha estado sucediendo con el Patrimonio Histórico de Puerto Real, porque a la oligarquía local (que se reproduce a sí misma y muta cuando necesario), también durante años encabezada (nunca mejor lo de “cabeza”, esa -ahora- “vieja dama” de la política mundial, que está cantando el “Volver, volver…”) por uno de los personajes más siniestros que ha pasado por la historia de Puerto Real no sé si desde la propia Fundación de la Villa, no le gusta, no le agrada, que se evidencien determinadas cosas. Por eso veta, por eso trata de silenciar, por eso amenaza, por eso tantas cosas, algunas de las cuales se siguen produciendo en nuestros mismos días…

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Esa oligarquía local, como digo, ha fomentado sus intereses no sólo al margen y al pairo de la realidad histórica de la ciudad, sino incluso en contra de la realidad de la ciudad como tal ciudad, como tal “civitas”, como tal comunidad humana, como tal cuerpo social que hunde las raíces de su identidad como tal cuerpo social en la Historia que atesora, de la cual el Patrimonio Histórico es el reflejo fidedigno, el testigo fiel, y por eso mismo se le ataca, por eso se le merma, para mermar y atacar la propia identidad cultural e histórica de la comunidad y el cuerpo social portorrealeño, al que incluso se ha alterado, deformándolo, el nombre: ya no somos portorrealeños; ahora somos (no se sabe por qué) “puertorrealeños”, que es como llamar “puertuenses” a los hijos y vecinos de El Puerto de Santa María (que siguen siendo “portuenses”) o “puerteños” a los ciudadanos de Buenos Aires, capital de la República Argentina, que seguirán siendo “porteños” (la ciudad fue refundada en 1580 como Ciudad de la Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Ayres). Nosotros no: nosotros ya somos otra cosa, “puertorrealeños”.

¿Y qué sucede hoy? Pues que estamos recogiendo la cosecha de tanta siembra, de tanto viento sembrado… Ahora recogemos unas espléndidas tempestades en forma de desarticulación social, con una masa social ciudadana que asiste perpleja al decaimiento de las tradiciones, al paulatino abandono de todo lo que conformaba la malla de la identidad local… Con unos ciudadanos que en tantas ocasiones (lo vemos fácil y cotidianamente en las redes sociales se lamentan, razonablemente compungidos, por el estado de cosas que vivimos en la Real Villa en los últimos años, algo que se explica en el largo plazo, no en lo inmediato, y para lo que en demasiadas ocasiones se busca un “chivo expiatorio” donde no corresponde, volviendo la vista hacia los sillones municipales del presente cuando acaso sería mejor poner la mirada en los del pasado.

Horno Romano del Gallinero
Horno Romano del Gallinero

Entre los elementos patrimoniales de la localidad que se han visto amenazados (la lista es larga) se cuentan la Casa de la Marquesita, sede del Archivo Municipal (en la confluencia de las calles de la Plaza y Santo Domingo), que ha viene sufriendo la pérdida de su identidad histórica pues por decisión arbitraria de otro personaje técnico de la época del régimen se la privó de su denominación histórica, esto es el nombre de “Casa de la Marquesita”, con el que había sido conocida la casona desde al menos el siglo XIX, en lo que constituye otro flagrante y lamentable episodio de merma de la identidad de nuestro Patrimonio: sólo los más mayores van siendo conscientes y conocedores de la identidad de dicho elemento patrimonial.

Otros monumentos y elementos patrimoniales locales que se ven o se han visto en peligro (a todos los cuales hemos dedicado párrafos y espacios dentro y fuera de esta cabecera desde hace años) son los yacimientos arqueológicos de nuestro término municipal, con casos como los de Puente Melchor o El Gallinero como los más evidentes por más inmediatos a la ciudadanía (merced a su localización), pero que no son ni mucho menos los únicos que gozan de mala salud.

Igualmente se salvaría “in extremis” el arco de la calle San Miguel, en pleno casco histórico de la Villa, cuya supervivencia se vería comprometida y que se salvaría tras una denuncia pública de quien suscribe estos párrafos llevada a cabo en otro medio de prensa (de ello hace ya bastantes años y “Puerto Real Hoy” aún no existía), con un artículo publicado en “Diario de Cádiz” el 6 de marzo del cada vez más lejano año 2001 que llevaba por título el de “Un arco nuevo que duerme desde hace más de trescientos años”.

Y ello por no hablar del atrio de la Prioral de San Sebastián, que a punto estuvo de ser eliminado (una verdadera aberración patrimonial) por la voluntad del mismo que venimos señalando; algo acerca de lo cual -y como ya hemos dicho en ocasiones anteriores- un día (cada vez menos lejano) nos decidiremos a escribir, poniendo negro sobre blanco los detalles de cómo se disolvió, en una sola mañana y en Cádiz, la cierta y negra amenaza que se cernía sobre dicho espacio histórico de la Real Villa, el atrio de la Iglesia Mayor Prioral de San Sebastián.

Y tantos otros elementos de nuestro tesoro patrimonial local que se han visto perdidos para siempre (como la mayoría de los chalets históricos del entorno de Las Canteras o la Caja de Agua del Muelle), seriamente mermados (como el Parque de El Porvenir) cuando no por completo desnaturalizados hasta lo verdaderamente dramático (como la Plaza de Jesús). Y todo ello, en buena medida, desde 1979 en adelante, creándose una peligrosa inercia de destrucción patrimonial e identitaria (ambas cosas van de la mano) que ahora lamentamos y que debemos revertir con todas nuestras fuerzas, pues dicha pérdida patrimonial lleva a la pérdida de fortaleza de los lazos del tejido social y por tanto a la pérdida de identidad como cuerpo social y como comunidad.

Está en nosotros impedir que dicha bola de nieve siga creciendo.

Y no olvidar quiénes ayudaron a generarla.

Manuel Parodi
Manuel Parodi
Doctor Europeo en Historia, arqueólogo. Gestor y analista cultural. Gestor de Patrimonio. Consultor cultural.

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