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sábado, 14 junio, 2025
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Historia de Puerto Real: De nuevo reflexiones sobre nuestro Patrimonio Cultural (II)

Es lamentable señalar que durante lo que vienen siendo ya demasiados años el poder político local -profundamente reaccionario a veces aunque travestido también a veces en colores pastel- ha venido asistiendo de brazos caídos (y esto es casi lo más suave que se puede decir) a la desarticulación del cuerpo social a través de diferentes mecanismos, procedimientos y caminos, ignorando las diferencias evidentes entre lo bueno y lo malo, tirando de lo que estimaba necesario en cada momento (¿para sobrevivir como poder?), y tratando de pasar de puntillas sobre la perversión por degradación de los horizontes culturales del cuerpo social local potenciando en cambio determinados elementos (inclusive humanos) que han servido para crear dinámicas y estereotipos falsos y en buena medida alejados de la realidad del proceso identitario de la ciudad y sólo han servido para unos fines muy alejados de la conservación y promoción del tesoro patrimonial local.

A todas luces se trata de una dinámica que lleva aparejadas unas consecuencias claramente destructivas que durante demasiados años se ha venido construyendo, se ha venido impulsando y se ha venido manteniendo desde el corazón del ámbito local, todo lo cual parecería haberse diseñado (y de hecho para ello ha servido) para contribuir a vaciar de contenido el verdadero sentido de identidad del cuerpo social de la localidad y la interacción entre los elementos que lo componen, con la consecuencia de la destrucción de no pocos patrones de referencia del Patrimonio Cultural de la localidad.

Por lo demás, hablar de Patrimonio histórico, de Patrimonio cultural de Puerto Real se ha convertido aparentemente en algo reservado a unos pocos, acaso en parte también como consecuencia de unas determinadas actitudes de algunos que han llegado a “encapsular”, el Patrimonio en lo que se refiere a su imagen pública, a la consideración real que puede tener el Patrimonio entre el gran público, enajenándole la voluntad y aun la sensibilidad de un preocupante segmento de la ciudadanía, acostumbrada a ver cómo determinados elementos (individuales y colectivos) parecen haberse acostumbrado a utilizar el Patrimonio histórico como arma arrojadiza para saldar cuentas ora políticas ora incluso se diría personales, nada de lo cual beneficia en absoluto la interacción entre ciudadanía y Patrimonio, redundando todo ello ciertamente de manera muy negativa en el sentimiento de pertenencia de los ciudadanos (considerados en su conjunto) respecto al Patrimonio histórico, cultural, monumental, artístico, arqueológico, documental, inmaterial…, de la ciudad.

Iglesia de San José. Foto: A. García.
Iglesia de San José. Foto: A. García.

De ese modo parecería que acercarse al Patrimonio Cultural local resulte (para algunas mentalidades) algo incluso negativo, cuando en realidad se trata de todo lo contrario: el Patrimonio no es sino el reflejo general -pero no solamente en lo que se refiere a lo material – de la acción y el paso de las sociedades humanas en (y por) un paisaje determinado.

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El Patrimonio es, en fin de cuentas, lo que queda del paso de la Historia humana, y por ello y por dicha condición de testigo de la Historia y fruto de la labor de quienes nos precedieron, es algo de todos, algo que indudablemente nos pertenece a todos.

Sin embargo ahora se pone acaso más en evidencia y más sobre la mesa que nunca lo que viene sucediendo desde hace demasiado tiempo ya que podría decirse que estamos recogiendo la cosecha de tanta siembra, de tanto viento sembrado durante tantos años, de modo que ahora, en el momento presente, recogemos unas desastrosamente espléndidas tempestades en forma de desarticulación social y destrucción del Patrimonio local, dos cuestiones dolosas y dolorosas que suelen ir de la mano.

Si un cuerpo social se ve desprovisto de herramientas de integración y se “guetiza” al Patrimonio, apartándolo del común de la ciudadanía y convirtiéndolo en una realidad ajena al cuerpo social, crearemos un cisma entre el referido Patrimonio y el cuerpo principal de la ciudadanía, de manera que no crearemos ciudad, y no crearemos ciudad porque se detendrá el proceso necesariamente permanente de interacción y aun de fusión entre el cuerpo social y el marco patrimonial (cultural y natural) en el que dicho cuerpo social habita y al que transforma, de modo que, finalmente, la ciudadanía al cabo se verá enajenada respecto a su propio paisaje cultural al que no sentirá como propio, lo cual redundará en una dramática aceleración del proceso de destrucción del Patrimonio y con ello de la mismísima identidad de nuestro cuerpo social.

Tanto los ciudadanos que se van incorporando a los rangos y filas de los activos electoralmente (merced a la mayoría de edad) como todos aquellos que vienen de fuera (como fue mi caso hace casi treinta años) vienen a una suerte de “gueto patrimonial”, con el Patrimonio portorrealeño convertido en lo que algunos, hace años, definieron como el “esqueleto de una ballena”, una realidad inerte y aparentemente indefensa que soporta como puede, malamente, los efectos adversos del oleaje de intereses que lo azotan y lo van mermando poco a poco ante nuestros atónitos ojos y nuestras resecas gargantas.

Todo ello a lo que lleva, no nos cansamos de repetirlo (en realidad sí cansa, es una situación verdaderamente agotadora…), es a una paulatina pérdida de fortaleza de los lazos del tejido social, y por tanto y por ello (y con ello) a la consiguiente pérdida de identidad como sociedad del grupo, con un magma ciudadano cada vez menos cívico al que aparentemente le van resultando crecientemente indiferentes unos referentes culturales locales que ya no entiende como propios, de los que se ha ido desarraigando y que no le resultan por tanto de ningún interés toda vez que no los siente ya como propios.

Este fenómeno de desarraigo, que no es privativo solamente de las generaciones más jóvenes o de los foráneos sino que es un fenómeno general que tiene unas raíces profundas que cabría y sería imprescindible estudiar mejor si realmente se quiere combatir esta cuestión tan triste como negativa, es una realidad con la que coexistimos ya desde tiempo atrás en Puerto Real y que se deja sentir en la relación de la ciudad con su Patrimonio Cultural, que es decir de la ciudad consigo misma, todo lo cual, por desgracia, ayuda a comprender qué está sucediendo y por qué está sucediendo.

Pero habrá que poner medidas para que las tornas cambien.

Manuel Parodi
Manuel Parodi
Doctor Europeo en Historia, arqueólogo. Gestor y analista cultural. Gestor de Patrimonio. Consultor cultural.

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