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jueves, 28 marzo, 2024
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Y Puerto Real se hizo crucero al son de la Amargura

 

Miércoles Santo, miércoles de hermandad de barrio, de bulla, de balcones engalanados, de casapuertas abiertas para recibir al Cristo de la Vera Cruz y a la Virgen de la Amargura.

La primavera tiene estas cosas y por ello el miércoles amaneció turbio, encapotado, nublado a los ojos. Pero todo se disipó entre temperaturas más que apacibles cuando a las 7 de la tarde las puertas de San Benito se abrieron para dar paso a la Hermandad decana de la localidad, la de la Vera Cruz.

Los sones de la agrupación musical Ecce Mater de Cádiz recibieron el impresionante paso de misterio que preside el Santísimo Cristo de la Vera Cruz, aguas y buen viaje, antecedido por nutridas filas de hermanos penitentes, que de blanco y verde ataviados y cirio en mano, caminaban ante el Señor del viejo barrio marinero.

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Un exorno floral muy elegante a base de rojas rosas armonizaban un gólgota de caoba sobre el que María Magdalena y San Juan procuraban calmar el llanto de la Virgen del Consuelo. Quien a su vez, procuraba hacer lo mismo con el centurión romano arrodillado entre lágrimas ante tan espectacular escena.

Algunos se extrañaban al salir el cortejo de la Virgen, cuando por fin, tras muchos años de esfuerzo la Hermandad conseguía estrenar los nuevos antifaces, cíngulos y capas de los hermanos, en color burdeos, el color de la Amargura.

Y tras ellos, Ella, la imponente talla de Nuestra Señora de la Amargura, la Reina. Entre blancas rosas y rosáceos tulipanes, su bello paso de palio acogía esta magnífica dolorosa del XVIII, que a los sones de la Banda de Música Virgen de la Estrella de Puerto Real, un año más volvía a bendecir a su barrio y a todo Puerto Real, que en gran medida se echó a la calle para acompañar a la corporación crucera.

Pasadas las 2 de la madrugada del ya Jueves Santo, la Hermandad cerró con brillantez y con un orden magnífico su estación de penitencia, entre los broncos aplausos de un pueblo, que una vez más abarrotó las inmediaciones de la parroquial de San Benito.

Nota poco destacable es el viento de levante que irrumpió al comenzar la tarde, y que subió de intensidad en la noche, no permitiendo que candelería y cirios ofreciesen esa luz mágica que alumbra a nuestros titulares.

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