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jueves, 28 marzo, 2024
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Historia de Puerto Real: El Puerto Real subterráneo (VIII)

Hasta ahora hemos venido contemplando en estos artículos la contribución general que hacen al tema que nos ocupa (el “Puerto Real Subterráneo”) dos de las iglesias históricas de Puerto Real, las de San Sebastián y La Victoria, a la hora de considerar los perfiles que estos dos monumentos, notables jalones de nuestra Historia local, pueden aportar al tema genérico del “Puerto Real subterráneo” que venimos considerando en esta pequeña serie, en los últimos textos aquí publicados.

Los espacios subterráneos de ambos templos, de ambos edificios históricos, nos son conocidos por varios mecanismos, tales como la documentación relativa a los enterramientos en ellos albergados (su función sepulcral, desarrollada en los siglos de la Edad Moderna), que constituyen el grueso de los testimonios históricos con los que podemos contar, o las fuentes orales y la tradición que nos ubica algunos enterramientos determinados en dichas iglesias (especialmente en lo que atañe a la Prioral de San Sebastián); igualmente, en el caso de la Prioral, existe un pequeño espacio accesible, bajo el Camarín de la Capilla Sacramental (que data de finales del siglo XVIII y la primera mitad del XIX), mientras la cripta de la iglesia de San José es un espacio conocido y accesible, aunque privo ya desde hace mucho de su carácter funerario histórico.

Los espacios subterráneos de estos edificios religiosos no nos son conocidos debido a la investigación arqueológica (aunque todo se andará, es de esperar), ni tampoco por la accesibilidad de los mismos (en realidad -excepto la pequeña cripta de la Sacramental de San Sebastián, que data de los siglos XVIII-XIX- no son accesibles, y cabe señalar que tampoco están definitiva y completamente localizados); igualmente podemos observar que estos lugares subterráneos de las iglesias de La Victoria y San Sebastián son eminentemente espacios funerarios, si bien y de una parte no es de descartar que existan otras dependencias bajo los suelos de estas iglesias, como de otra parte no es de descartar tampoco que algunos de estos lugares funerarios recibieran otros usos distintos de los estrictamente sepulcrales (si bien pudieran haber sido destinados asimismo a fines cultuales, como de hecho sabemos gracias a la documentación que sucediera con -al menos- algunos de estos espacios existentes en la iglesia de San Sebastián).

Pues bien, existe un espacio funerario conocido sobradamente en Puerto Real, perteneciente a una de nuestras iglesias históricas, y que directa y plenamente forma parte de este “Puerto Real subterráneo” al que nos venimos refiriendo y al que venimos prestando nuestra atención en estos párrafos y los precedentes.

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Se trata, como es sabido, de la cripta de la iglesia de San José (de “Jesús, María y José”, en realidad), un espacio funerario (que ya no cuenta con dicha dedicación), conocido y accesible (si bien no se encuentra incluido en ningún circuito de visitas ni de programación cultural a la hora de la redacción de estos párrafos -en la primavera de 2013), y que descansa bajo el suelo de la iglesia de San José desde que fuera concebido como parte de la misma, cuando ésta fue edificada, allá por las postrimerías del siglo XVIII.

Como es sabido, la iglesia de San José fue construida por impulso del gremio de carpinteros de ribera de la localidad (su Hermandad de San José), y su edificación comenzaría en el año 1770; serían sus ejecutores los arquitectos Torcuato Cayón y Torcuato Benjumeda, quienes tanto tuvieron que ver con la edilicia monumental de la Bahía de Cádiz de la época, algo a lo que no fuera ajeno Puerto Real, que tiene en “los Torcuatos” (como a veces se les llama genéricamente), como también en el maestro Ruiz Florindo a los principales artífices de su florecer (valga la redundancia con el apellido del maestro de la Caja del Agua) arquitectónico en el Siglo de las Luces.

Los integrantes de la Hermandad de San José quisieron sustituir a la ya decadente por aquellos años ermita de San Andrés (que había sido su sede hasta aquellos entonces, sita en la actual plaza de la Iglesia), que finalmente no lograría sobrevivir a las destrucciones provocadas en Puerto Real por la ocupación francesa en el marco de la Guerra de la Independencia, a principios del siglo XIX. La a todas luces evidente capacidad (si no la potencia, incluso) económica de un gremio como el de carpinteros de ribera, que contaba con un notable peso social, laboral, económico, en el contexto del Puerto Real de finales del XVIII (una Villa volcada hacia la construcción naval, hacia la construcción y el mantenimiento de los buques de las Armadas de aquel tiempo lejano, de loros y guayabas…) permitiría a los cofrades del santo carpintero erigir uno de los principales monumentos de la población, en pleno corazón del casco urbano portorrealeño.

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Detalle de la cripta de La Victoria. / Foto: Manuel J. Parodi

Trocadero, Carraca, Real Carenero de Suazo, pago de La Jarcia…, son todos nombres (de lugares, pagos, sitios portorrealeños) cuya simple mención nos habla con nitidez (si falta hiciera la aclaración) del peso y el papel de la construcción naval en Puerto Real desde hace siglos (siglos…, que se dice pronto si nos paramos a pensarlo…). Y en un contexto como ése, en el contexto de la construcción naval y la reparación y alistamiento de buques en la Bahía de Cádiz de la Edad Moderna (en el marco de la Carrera de Indias y el comercio con el Nuevo Mundo, con el Imperio colonial), Puerto Real (y ya en el seno de Puerto real su tan activo gremio de carpinteros de ribera) habría de ocupar un lugar de marcada centralidad, de notable peso y relevancia.

Ejemplo de todo ello será, finalmente, la construcción en la Real Villa de la Iglesia de Jesús, María y José, con su cripta, por la Hermandad de San José. Su cripta, es, aún hoy, el único de los espacios funerarios de este “Puerto Real subterráneo” de las iglesias históricas conservadas de la localidad, y es asimismo una gran desconocida (o “mal conocida”) por la generalidad de los portorrealeños.

Abandonada durante décadas, esta cripta conoció diversos usos en tiempos muy recientes: desde espacio de ensayo para grupos de teatro en el tardofranquismo y la Transición hasta depósito de materiales de naturaleza varia hace unos años…, hasta el momento presente, cuando se ha incorporado a la funcionalidad del Centro Cultural Iglesia de San José como espacio auxiliar del mismo.

La cripta de San José conocería incluso el expolio (en la década de los setenta-ochenta del siglo pasado, al parecer, en uno de los episodios más oscuros de la historia de este espacio subterráneo) de los nichos y enterramientos en esta cripta conservados hasta dichos momentos, un macabro suceso que ha dejado un recuerdo tan vago y confuso como punzante en el imaginario colectivo de la localidad…

De sus funciones cultuales nos hablaba el altar (desaparecido) de mampostería existente en dicho espacio, unos usos cultuales que sabemos (como hemos visto) que se producían asimismo en algunos de los espacios subterráneos de la Prioral, y de los que este altar de la cripta de San José ha servido como muestra y señal.

Para identificar la cripta desde el exterior del templo, desde el viario, baste señalar (y contemplar) las lucernarias, los ventanales, que se abren a la calle Real en la fachada del templo, a ras de suelo (de donde desaparecieron las rejas históricas, del XVIII, siendo sustituidas por lo que ahora ostentan -y que no entraremos a calificar- tras la restauración del edificio hace unos años, no muchos).

La cripta de San José es, insistimos para cerrar el capítulo dedicado a los espacios subterráneos, funerarios, de las iglesias históricas de Puerto Real, el ejemplo más claro y directo, más a la vista (merced a tener una cripta accesible y conocida, aun estando ya sin función), de la existencia de un “Puerto Real subterráneo” en pleno corazón (o mejor sería decir “bajo el pleno corazón”) del casco urbano (es mejor y más apropiado decir del Casco Histórico en realidad) de la población, sean cuales sean las dimensiones, naturaleza, características y potencialidades (algo de lo cual trataremos de ver en los párrafos por venir) de este “Puerto Real subterráneo”.

Hasta ahora y en los precedentes párrafos de esta serie en la que venimos dedicando nuestra atención (y queremos creer que la de los lectores) al tema genérico del “Puerto Real subterráneo”, un asunto en realidad muy poco conocido, pero que forma parte del imaginario colectivo de todos los portorrealeños (y, de ese modo y por tanto, forma parte de nuestro imaginario local), hemos atendido a los espacios funerarios de los templos históricos portorrealeños conservados, esto es, San Sebastián, La Victoria y San José, considerando el papel que las criptas y los espacios funerarios de dichos templos (ni mucho menos los únicos espacios de dicha naturaleza que han existido en edificios sacros en la Villa a lo largo de nuestro pasado) han podido desempeñar en el contexto de la pequeña (o no tan pequeña) Historia del Puerto Real Subterráneo.

En este sentido, y trascendiendo de los espacios sagrados, es de señalar que, quien más quien menos, todos hemos oído hablar de la existencia de túneles bajo nuestro suelo, bajo el suelo de nuestro casco urbano, de nuestro casco histórico, de esas calles en damero cuya traza fue determinada por los Reyes Católicos en las mismas postrimerías del siglo XV que asistieron a la Fundación de la Real Villa por la Corona castellana, allá por 1483; en el imaginario colectivo de Puerto Real existe la huella de ese mundo subterráneo, de unos espacios que conviven con los que habitamos, y que han de encontrarse (en mayor o menor dimensión y medida) bajo el suelo de la ciudad.

Ala de la Prioral de los Siglos XVIII y XIX. / Foto: Manuel J. Parodi
Ala de la Prioral de los Siglos XVIII y XIX. / Foto: Manuel J. Parodi

Leyendas urbanas, historias transmitidas de generación en generación, cosas sin fundamento, rumores infundados…, de todo se escucha y de nada (o casi) se sabe…, en realidad. Y, sin embargo, a fuerza de repetido el asunto se ha venido a convertir en una realidad asumida -al menos- en el imaginario local del vecindario portorrealeño (como señalamos): una leyenda urbana que a fuerza de repetida termina por ser aceptada como una verdad en sí misma, y tras la cual quizá subyacen pinceladas de realidad que -como venimos viendo, o intentando ver- cuentan con veracidad histórica, como hemos podido comprobar al hablar de los espacios subterráneos existentes dentro de (o “debajo de”, sería mejor decir) las iglesias históricas de la localidad.

Hemos podido acercarnos a algunos de los espacios subterráneos que sabemos existen, como son las criptas de las iglesias históricas de la localidad: la cripta de San José, la única abierta y conocida desde antiguo (junto a la pequeña cripta circular de la Sacramental de San Sebastián), o la de La Victoria, de la que no sólo existen datos históricos y documentales, sino que también contamos con alguna foto, que los lectores de estos párrafos han podido conocer, por no hablar de los espacios subterráneos, funerarios, de la iglesia de San Sebastián, una realidad documentada históricamente y que puede albergar más de un espacio subterráneo… (otro día escribiremos algo acerca de cómo descubrimos -y el plural es de cortesía, literario- lo que a todas luces pueden ser las escaleras de acceso al cuerpo principal del espacio subterráneo de la Prioral, a la que debe ser la cripta mayor del templo; pero eso lo dejaremos para otro día…).

En la iglesia de San Sebastián, es de recordar (como hacíamos supra), sí existe una pequeña cripta (que data de los siglos XVIII-XIX) bajo la capilla del Sagrario, un espacio pequeño, aislado, que no tiene conexión con el resto de los espacios subterráneos de la Prioral pero que por sí solo ya viene a dejar testimonio de la existencia de este tipo de espacios en el seno de la iglesia mayor de la Villa

Los espacios subterráneos de la Villa no se limitan a las criptas funerarias de las iglesias… Desde la existencia de túneles en el pinar de La Algaida, relacionados bien con la ocupación francesa durante la Guerra de la Independencia, a principios del siglo XIX, bien con una fallida experiencia industrial del pasado (una siderurgia que no prosperó, ubicada en dicho contexto de La Algaida), a la presencia de otros hipotéticos “sitios” en el subsuelo de la localidad (sobre cuya naturaleza hablaremos en un futuro), no pocos son los apuntes que hacen referencia a la posibilidad más que real de que en el trasfondo de las leyendas urbanas sobre el “Puerto Real subterráneo” haya mucho de verdad.

Se habla también acerca de túneles en Las Canteras, pero quizá tras esos túneles se encuentre la noticia sesgada de los tramos del acueducto de Ruiz Florindo, que no pasan precisamente por Las Canteras, pero que no se encuentran demasiado lejos de dichos pagos…, o bien bajo la noticia de dichos espacios puede hallarse la traza de la propia funcionalidad como cantera de piedra que tuvo dicho pago en los primeros momentos de la Modernidad, extinguido el cual uso los pinos habrían de sustituir a la piedra en la funcionalidad económica de dicho pago portorrealeño.

Se dice también que el subsuelo de la Plaza de Jesús está calado, hueco en parte…, y quizá -y en este sentido- de lo que se está hablando, lo que se está recogiendo bajo la forma de esta especie local, de esta leyenda urbana portorrealeña, sea la existencia de algún pasaje, de algún pasadizo entre edificios de la zona, unos edificios entre los que destacan casas históricas adscritas al siglo XVIII, lo suficientemente antiguas como para contar con sus propias historias y leyendas (algo que “flota” en el imaginario colectivo local recurrentemente).

Uno de esos edificios históricos del entorno de la Plaza de Jesús es la desaparecida Casa del Obispo, el palacete de los obispos de Cádiz en Puerto Real, que la tradición quiere que contase con un pasadizo subterráneo que, según unos y otros, llegaría hasta tal o cual edificio monumental religioso de la localidad, algo no contrastado aún, pero tampoco por completo desechable a priori.

En el siguiente artículo de esta serie abordaremos con un mayor detalle algunas de las “leyendas urbanas” relativas a estos pasadizos y posibles espacios del “Puerto Real subterráneo”, que supuestamente dormitan bajo el suelo de nuestro Casco Histórico desde hace siglos, quizá, en algún caso, desde la misma Fundación de la Villa. Intentaremos, en los párrafos por venir, presentar algunas hipótesis explicativas sobre qué se esconde tras la idea de esos espacios del “Puerto Real subterráneo”: qué es lo que verdaderamente subyace tras las leyendas urbanas que nos hablan de estos túneles, pasadizos, pasajes y lugares del subsuelo local. Lo intentaremos, al menos.

Manuel Parodi
Manuel Parodi
Doctor Europeo en Historia, arqueólogo. Gestor y analista cultural. Gestor de Patrimonio. Consultor cultural.

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