En el sentido de lo anteriormente expuesto, en los párrafos precedentes, a favor de la posible relación existente entre la marca latina sacranense y el pago (o fundo) romano de Sacrana con el actual núcleo habitado (perteneciente al término municipal de Puerto Real y en el cual (y en cuyas inmediaciones) se localizan yacimientos arqueológicos romanos, como el de “Pinar de Villanueva”, entre otros) del Barrio de Jarana, se pronuncia el arqueólogo e historiador gaditano César Pemán Pemartín en un artículo titulado “Alfares y embarcaderos romanos en la provincia de Cádiz”, que viera la luz hace más de medio siglo, en el número trigésimo segundo del Anuario Español de Arqueología, publicado en el año 1959, a mediados del pasado siglo XX.
Poco es lo que se ha publicado hasta el momento actual acerca de la posible organización y división del territorio de la campiña portorrealeña en época medieval (sea musulmana que cristiana); a este respecto, y centrándonos en la bibliografía existente, podemos citar los igualmente clásicos (como el artículo de Pemán Pemartín antes apuntado) “Apuntes Históricos” de Juan Moreno de Guerra (que aparecieron originalmente en la Guía de Puerto Real de 1914, de la cual fuera responsable Rafael de Cózar y Vargas-Zúñiga, la cual viera la luz en Puerto Real en el año al que corresponde el volumen, 1914, y que desde entonces hasta hoy se han convertido en una referencia más o menos obligada para quienes han/hemos querido aproximarnos al pasado de nuestra localidad).
En estos “Apuntes…” (no por más que centenarios menos interesantes) se señala la existencia en tierras de Puerto Real (antes de la Fundación por los Reyes Católicos) de diversas “alcarrias” o alquerías árabes que habrían podido sobrevivir (al menos un tiempo) a la conquista castellana. Al hilo de esta argumentación no debemos pasar por alto que otro núcleo de parecida entidad, otra alquería de este tipo, la llamada “Alcanatif” o “Alcanatir” o “Alcanate”, igualmente localizada en el seno de la Bahía pero ya fuera del que hoy es nuestro término municipal, acabaría por dar origen a la moderna y vecina localidad de El Puerto de Santa María (originalmente “Santa María del Puerto”), tras su conquista por el castellano Rey Alfonso X “el Sabio” en la segunda mitad del siglo XIII.
Estos pequeños núcleos poblacionales habrían podido ser repartidos a pobladores cristianos tras la Reconquista, como sucediera con la relativamente más afortunada “Alcanate”; entre estos primitivos núcleos de la Bahía de Cádiz se contarían algunos tales como los encuadrados bajo las denominaciones de “Campix”, “Grañina”, “Finogera”, “Fontanina”, “Poblanina” (que J. Abellán Pérez sitúa en el término municipal de El Puerto de Santa María, por ejemplo)[1] y Rayhane (situado según el mismo profesor Abellán en el actual término municipal de Chiclana de la Frontera, pero en las lindes del referido término chiclanero con el término de Puerto Real); igualmente se encontraría en el ámbito de la Bahía de Cádiz, pero ya en tierras del actual término de Puerto Real, la alquería medieval (musulmana) de SARRANA (o Xarrana, según transcripciones).
El débito onomástico de este último sitio con la Sacrana romana y su parentesco con el hodierno núcleo del Barrio de Jarana (y la continuidad diacrónica e histórica del poblamiento en dicho entorno) resulta a todas luces evidente; no queremos profundizar aquí y ahora en la naturaleza y ubicación de estas entidades poblacionales de reducidas proporciones, por trascender tal objeto de los fines y límites del trabajo que ahora nos ocupa (situadas, excepto Sarrana y, parcialmente quizás, Rayhana, fuera de los límites del moderno término del municipio portorrealeño). Baste por el momento señalar, en este sentido, que la mayor parte de dichas aldeas/alquerías han sido identificadas y establecidas fuera de los límites de nuestro término municipal, en tierras vecinas al mismo, algunas en el territorio de El Puerto de Santa María, alguna otra en Chiclana de la Frontera, no siendo éste el caso de la última de las mencionadas, precisamente la que nos ocupa e interesa en relación con la hipotética evolución de la organización, poblamiento y explotación del territorio en cuyo contexto se inserta, en época romana, el “Yacimiento del Mosaico”, la alquería alto y pleno-medieval de Sacrana, bien localizada en el término municipal portorrealeño.
Vemos, pues, cómo la presencia romana en Puerto Real y su moderno término municipal ha venido a dejar como testimonio de su existencia (junto a los yacimientos arqueológicos que mencionábamos al principio) el ejemplo de una toponimia evocadora (como “Los Arquillos”) o incluso de una la nomenclatura superviviente al paso de los muchos siglos transcurridos. Esta nomenclatura, como cabría esperar, ha sentido el paso del tiempo, adaptándose como era de esperar a la evolución del lenguaje, a las influencias exógenas sobre el mismo, a los cambios en el vocabulario y hasta en la entonación, la pronunciación, de quienes han pasado por (y estado en) estas tierras; de este modo se puede seguir la pista a una misma denominación original por entre diversas lenguas, descendiendo (o ascendiendo, según se mire) de este modo los peldaños de la escalera de la Historia.
En concreto queremos apuntar de forma específica en el sentido de la posible relación existente entre la toponimia romana que se ha conservado y el moderno Barrio de Jarana. Es el Barrio de Jarana una entidad poblacional portorrealeña que muy probablemente pueda ser heredera directa de alguno/s de los vici o pagi (núcleos de población en el campo, aldeas, en un sentido más contemporáneo de los términos en castellano) romanos que debieron salpicar nuestro término (y los aledaños). Avanzábamos en los párrafos que han precedido a éste la relación que entre “Jarana” y Sacrana señala a mediados del siglo pasado el historiador y arqueólogo César Pemán (vid. supra).
Un ejemplo que puede resultar paralelo paralelo con el caso que aquí presentamos lo hallaremos en la relativamente cercana localidad de Sanlúcar de Barrameda (en la comarca de la Costa Noroeste de la provincia de Cádiz, junto a la desembocadura del río Guadalquivir); allí se encontró el epígrafe aéneo romano conocido como “Bronce de Bonanza”, hallado precisamente en la zona de Bonanza, un puerto natural en el primer recodo del río Guadalquivir que entonces como ahora pudo muy bien servir para el resguardo de las embarcaciones y que aunaba lo marítimo con lo fluvial y con lo de interior, con unas explotaciones agrícolas que pudieron existir en época romana como lo hacen aún hoy día, un documento que resulta esclarecedor, indirectamente, en relación con Sacrana.
Se trata de una inscripción sobre una tablilla de bronce, como decíamos, que data posiblemente de los primeros momentos del Imperio, de época de Augusto (fines del siglo I a.C. y principios del siglo I d.C.); en la referida tablilla se nos habla de un …fundus Baianus, qui est in agro qui Veneriensis vocatur, pago Olbensi…, lo que es decir, que nos habla de la “…finca Baiana, que está en el campo que se denomina de Venus, en el pago Olbense…”.
Siguiendo con atención y detenimiento el texto del epígrafe en cuestión encontraremos aquí la denominación de una de esas explotaciones agrícolas a las que nos hemos venido refiriendo (el tal “fundo Baiano”), la ubicación de la misma en un campo determinado (i.e., el “campo de Venus”, o “veneriense”), todo ello adscrito a una unidad superior -poblacional- concreta (el “pago Olbense”), y todo ello a su vez enmarcado en la antigua campiña del actual término municipal de la localidad gaditana de Sanlúcar de Barrameda, junto a la (entonces como hoy) rica desembocadura del río Baetis, la principal arteria de comunicación de la Hispania romana y una de las más significativas y destacadas vías fluviales de navegación sitas en el espacio físico, geográfico, del ámbito occidental de la Romanidad.
Volviendo al caso portorrealeño, aquí los términos Sacrana y sacranensis deben hacer referencia a una de esas tres unidades mencionadas en el caso de Bonanza, esto es, el “fundo”, el “campo” y el “pago” (fundus, agro y pagus), pudiendo éstos referirse especialmente a la primera y/o la última de las propuestas, de modo que podríamos ver en las citados términos de Sacrana y sacranensis la mención de una finca concreta (un “fundo”, con su correspondiente “villa”), y sus instalaciones dependientes) o bien, incluso, una aldea romana presente en el que hoy estamos acostumbrados a conocer y contemplar como el término municipal portorrealeño (un “pago” o vicus, adscrito o no a una explotación fundiaria de carácter privado, quizá a uno de los fundi que habrían sido propiedad de las aristocracias gaditanas (caso de los Balbos de Gades) o asidonenses -romanas en cualquier extremo- en el extenso arco cronológico comprendido entre los siglos I y V d.C.
En las inmediaciones de este pago de Sacrana (Jarana) se han puesto de manifiesto las suficientes huellas del pasado romano (en forma de yacimientos arqueológicos como los del entorno del moderno Barrio de Jarana, o los de la zona del “Puente Melchor” o “Casines”, (distantes entre sí sólo unos centenares de metros) como para que tal identificación (un hecho incluso al margen de la correlación existente entre Sacrana–Sarrana-Jarana), la existente entre el moderno Barrio de Jarana y el poblamiento romano en aquella parte del actual término municipal portorrealeño, no represente en absoluto una hipótesis descabellada.
REFERENCIAS
[1] Cfr. en este sentido, por ejemplo, J. Abellán Pérez, Poblamiento y administración provincial en al-Andalus. La cora de Sidonia. Málaga 2004; del mismo autor, vid. igualmente el libro El Cádiz islámico a través de sus textos. UCA, Cádiz, 2005.
